Hoy, 10 de diciembre, se cumplen 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La Declaración fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 y establece, por primera vez, los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero. Este documento histórico consagra los derechos inalienables que toda persona tiene como ser humano, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición, como los derechos a la vida, la libertad y la seguridad, a la igualdad ante la ley, a la libertad de expresión, a solicitar asilo, al trabajo, a la asistencia sanitaria y a la educación, entre otros. En las décadas transcurridas desde la adopción de la Declaración en 1948, los derechos humanos han sido reconocidos y garantizados en todo el mundo. La declaración ha servido de base para un sistema de protección de los derechos humanos en expansión que hoy se centra también en grupos vulnerables como las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y las personas migrantes. A pesar de eso y de las seguramente buenas intenciones de los países firmantes, desde entonces se han sucedido las guerras en distintos lugares del hemisferio; vayan sólo algunas a modo de ejemplo: la Guerra de Vietnam, la Guerra de Irak, la Guerra de los Balcanes, la Guerra de Siria, la de Afganistán, la Guerra de las Malvinas, actualmente la Guerra entre Ucrania y Rusia y la agresión permanente entre israelíes y palestinos. La promesa de la Declaración de dignidad e igualdad de derechos para todas las personas ha venido sufriendo un ataque constante durante los últimos años.
Cuando el mundo se enfrenta a desafíos nuevos y continuados, como las pandemias, los conflictos, las desigualdades crecientes, la quiebra moral del sistema financiero mundial, el racismo y el cambio climático, los valores y los derechos consagrados en la Declaración deberían servir de guía para nuestras acciones colectivas de no dejar a nadie atrás.