Por el Juan Mazzeo @largavida.alrock.radio
Dedicado a la memoria del gran Ángel Castro, gran tipo y gran fotógrafo
Con un cuerpo en recuperación, con fotos para editar y compartir, con la voz ronca de cantar casi todas las canciones que sonaron en el escenario sur (menos las que eran en inglés, ustedes saben que soy una versión trucha de Luis Almirante Brown), y me resulta difícil no dejar de pensar lo que van a ser los 25 años del CR. Bajemos un cambio y disfrutemos el presente. En realidad, revivamos el pasado y estos dos hermosos días en una nueva edición del CR en los números oficiales que nos compartieron desde el Área de Comunicación: el Festival movilizó más de $ 21 mil millones de pesos; se desarrolló en 14 hectáreas, la mayor superficie en Latinoamérica usada para un festival; los 6 escenarios presentaron 106 propuestas; se entregaron 90 mil litros de agua gratis; la realización del evento construyó, una vez más, 5000 empleos directos (a esta cifra deben anexarse los empleos indirectos dentro del festival, y los emprendedores e independientes, así como otros agentes indirectos fuera del predio, que impactan en servicios y comercios de la región, así como la economía social). Cada vez que leo algunos datos de lo que mueve el rock en las economías regionales automáticamente me lleva a la estigmatización mediática de los 90 y la oposición de los comerciantes coscoínos en las primeras ediciones: las hordas bárbaras llegarán a saquear la ciudad y ocupar nuestras humildes casitas de fin de semana. Creo que siempre se arrepentirán de la mudanza del festival. Desde que se presentaron las grillas, ya sabía que mi lugar estaría en el Escenario Sur. Y es que me gusta el rock, el maldito rock. El servicio meteorológico anunciaba que había que prepararse para mucho calor, algo de lluvia y mucho calor. Le faltó un detalle: el calor después de la lluvia trae la maldita humedad. Así que preparamos vestimenta acorde, cargué las baterías de la cámara y revisé que todavía estén las bolsas de consorcio en la mochila para resguardar la cámara de la lluvia. Y allá fuimos.
Día 1 – Sábado 10/02/24
La diversidad de estilos musicales se refleja en la vestimenta del público. Dato, no relato. Seis escenarios, gran cantidad y calidad de artistas, y algunas distancias y elevaciones a considerar entre cada escenario: no es lo mismo ir del Norte al Sur que ir del Sur al Norte. No, porque hay un desnivel que parece que no es, pero que al tercer o cuarto viaje te va a pasar factura. Entre todo el abanico cultural, mi grilla era simple: Escenario Sur y escapada a La Casita del Blues a bancar a Wayra. Mientras cruzaba el último puente, La Chancha Muda comenzaba su tiempo en el Escenario Sur, y llegué casi corriendo al segundo tema. Una de las mejores bandas que vengo escuchando en los últimos años, y que en vivo te deja de cara. Y un invitado de lujo: Catriel Ciavarella en la bata para Cuidadito. Hay gira 2024 con fechas anunciadas en sus redes sociales, y ya agendé la del 4 de mayo en rocksario. Luego subió el gran Ricardo Tapia a la cabeza de la Mississippi, acompañado de Tordó, Ginoi, Cannavo y Picazo. Bandón para regar las sierras con el mejor blues. Que nunca falte un tema de La Mississippi para musicalizar alguna historia de tú vida. Cinco de la tarde y suenan las sirenas que convocan al cardumen: Sueño de Pescado celebrando sus 10 años y una lista de temas que pasó por todos sus discos. El Manu, Mansin, Tobías, Gato y el recuerdo para quien siempre acompaña, abraza y resguarda a la banda, el Guachi, Juan Manuel Calabró. Hice un paréntesis en el Sur para ir a La Casita del Blues porque se presentaba Wayra Iglesias por segunda vez en el CR. Un año después, un disco casi por presentarse, varios recitales en el lomo, invitada en el 3er Racing de La Renga y una familia haciendo el aguante. Que placer escucharla nuevamente, ya no como “la hija de”, sino como Wayra, con mucha personalidad y un puñado de canciones que invitan a viajar. Y qué buena versión de 2+2=3. De vuelta en el Sur para la aplanadora mientras el sol se moría y el mar de gente comenzaba a corear “la aplanadora del rockanroll, es Divididos…”: con los primeros acordes de Paisano de Hurlingam la tierra comenzó a temblar y ya todo fue un solo pogo. Se van a cumplir 20 años de Catriel en la bata y el recuerdo de ese primer recital en el Anfi de Rosario con nuestro comentario “lo que toca este pibe!!!” y un Arnedo a las putiadas porque el chango metía golpes por todos lados y entraba en una, como en estado zen pero con parches sonando por todo el universo. Pasadas las 10, el corazón de Patricio Rey nos convocaba con Criminal Mambo, “vaaamo, vamo lo redondo, vamo lo redondo, ¡¡¡vamo lo redondoooo…!!!” uffff… Repito lo de otras crónicas: qué bien que suenan los Fakires. Hay una comunión en la banda que se transmite en la forma de transmitir cada tema y se potencian con las versiones de Los Redondos. Gracias Flaco querido, por el arte que nos compartís. El cuerpo pedía volver, así que llegué a ver La Vela y Caras Extrañas por Star. Un actrón, un baño, alimentar a los perros y a dormir unas horas.
Día 2 – Domingo 11/02/24
Domingo de calor y probabilidad de lluvias. Unos mates, unos criollos y salimos para el CR. En la fila para el ingreso te ofrecían comida, bebidas, remeras y pilotos para la lluvia. Para ganarse la vida hay que saber de clima también. Ingresando comenzó a lloviznar cada vez más fuerte hasta pasar a lluvia de verdad. Me refugié para cubrir la mochila y la cámara, mientras se escuchaba “es una nube pasajera” como deseo generalizado. La idea, que siempre está presente, era caminar un poco, recorrer algunas propuestas del CR y ver otras bandas. Pero puede fallar. Amainó un poco y me fui hacia el Sur porque escuchaba algo que me llamaba la atención: Nenagenix abría la grilla y su sonido llamaba. Alcancé a escuchar los últimos temas, hacer unas fotos y agendar para escuchar al otro día una banda que me sorprendió gratamente. Cuando estaban terminando se largó, mal, y me fui a una de las carpas para no empaparme y cuidar la cámara de fotos. Es que la autogestión implica cuidarse un poco más y nuestro amor por el rock tiene un par de artistas por los que nos tiraríamos de cabeza al barro. A lo lejos pude ver y escuchar a El Bordo bajo el agua, y a su tribu bancando lo que sea. Luego el turno de Cruzando el Charco, que también escuché y vi desde lejos mientras llovía. Y llovió de lo lindo durante casi dos horas, para luego comenzar a abrirse y que salga un sol que hizo del predio una olla a vapor. Antes de que comenzaran Las Pastillas del Abuelo, el cielo estaba casi despejado y los pilotos comprados en el camino se transformaron en “apoyatraste” para descansar y no embarrarse. Buena presentación de LPDA, banda de la que no soy seguidor pero que me puedo sentar a escuchar unos temas. A continuación, Ciro desplegó su historia piojosa sobre el escenario y el atardecer y el anochecer fueron más hermosos con esa enorme cantidad de trapos flameando que permitían identificar tribus de los 4 puntos cardinales. Diez de los 18 temas (sin contar el himno con armónica en el cierre) de Los Piojos, con el Ale Martinez, su hijo, cantando 3 temas, para hacer saltar todo el escenario sur. Uno de los artistas extranjeros de esta edición fue Slash, emblema de los Guns, que está de gira por Sudamérica con Myles Kennedy and de Conspirators, que ofrecieron un recital impresionante. Gran voz de Myles Kennedy, el canadiense Todd Kerns en el bajo y Frank Sidoris en guitarra, forman una gran banda de rock que nos hizo vibrar durante una hora y media con temas propios y un cover de GNR, Don´t damn me, del disco Use your illussion I. Debo admitir que todavía le sigo envidiando el pelo. Siguió el turno de Las Pelotas, con asistencia perfecta al CR y un recorrido por su historia con una gran lista de temas, que incluyó la presencia de Gabriel Dahbar cantando Día Feliz, Veoyover y Capitán América, también subió Pity Fernandéz para hacer No tan Distintos, y el Fer Ruiz Díaz para el cierre con El ojo blindado. Siempre es un placer ver Las Pelotas. Una de la noche (o de la madrugada, bueno, era de noche) los mexicanos de Molotov volvieron a demostrar que arriba del escenario despliegan una fuerza increíble. Casi 28 años juntos, hace que puedan rotar en los instrumentos en algunos temas sin la necesidad de estar calibrando nada y coordinar casi sin mirarse. Dos de la madrugada, o de la noche, y la marea humana se desliza hacia la salida intentando no resbalarse en algún charco, queriendo comprar alguna remera, hamburguesa o chori en esos 200/300 metros hasta la 38. 5 de la madrugada en Cruz del Eje, una ciudad en silencio, y cada vez que me ocurre eso empiezo a cantar “la ciudad dormida y él anda aún…” de Hermética. Alimentar a los perros, actrón, ducha y a tratar de dormir con una enorme sonrisa por éstos hermosos días de rock.
Camino a los 25 de CR
El festival más convocante de nuestro país, más de 45 mil la primera noche y más de 50 la segunda, con un movimiento turístico y de impacto en la economía regional muy importante. Nos es ninguna novedad que toda crisis económica se lleva puesto a la cultura como casi primera opción, y se hizo sentir en ésta edición, y seguramente será cada vez más fuerte a medida que se profundicen las políticas de empobrecimiento de los sectores populares. Habrá que bancar los trapos, como lo hicimos tantas veces, porque el arte es una expresión aún más necesaria en tiempos violentos, para canalizar nuestros sentires, para denunciar, resistir y, principalmente, para soñar con lo posible. Nos vemos en los 25 del CR, en el pogo.
Pd: sí, el festival fue mutando, ¿y? Como dice Indio “a disfrutar de los placeres que nos quedan, sin dañar”. Que sea rock, y blues, siempre!.