17 May
17May

Crónica del Banquete del 11 de mayo, La Plata 

                                        Por el Juancho Mazzeo @largavida.alrock.radio 

Quiero comenzar esta crónica con una declaración: lo que vivimos el sábado 11 de mayo en el estadio Único de La Plata (y quienes fueron el sábado 4 van a coincidir) fue realmente majestuoso. Escenografía, luces, sonido, pantallas. Ingresar al campo y encontrarme con ese escenario fue “uhhhhhhhhhhh, culiadaso…” No encuentro otra forma de describirlo. 

Viernes por la tardenoche, viaje compartido hasta la docta, porque el pasaje del bondi esta picante, y una ciudad que te recibe con un frío tranca pero que no llega a matar mosquitos, aunque sí es una temperatura que invita a un trago para ver mejor. 

Cerca de las 11 y media la tribu comienza a encontrarse en el Rosedal, llega la Lukre, los Catas, la Vane, el tío y el sobrino, bolsa de hielo, pack de coca, ruidos a botellas, y el último en llegar, como toda gente importante, el Javi. Y sí, nos vamos a bailar a la nave del olvido… 

Luego de una semana intensa en la escuela, me desmayé a la altura del primer peaje de la autopista Córdoba – Rosario, bajé en Villa María no sé por qué, y me volví a dormir hasta Campana. Fighiera de mi corazón, fue imposible despertarme para saludarte desde la autopista. De a poco el bondi fue cobrando vida luego de un gran torneo de ronquidos que al día de hoy sigue sin definir ganador, y La Plata nos recibió con sol y mosquitos para hacer dulce. En la esquina de 25 y 524 se activó el fuego, los tablones y las bebidas espirituosas indicadas para disfrutar y celebrar el acontecimiento que nos convocaba: un gran y hermoso Banquete. En cada viaje a cada rincón del país y/o de países vecinos, seguimos comprobando que los chetos y los caretas jamás van a comprender lo que significa compartir, que nacen con el corazón ortiva y no saben de hermandad, de redes de compañerismo, de familia de la vida. Y que jamás van a entender el rock. Los y las de abajo sabemos de “compartir” y la familia que nos abrió las puertas de su patio lo entendió todo. Ojo, no es “romantizar” la pobreza económica. No, no pasa por ahí. Vamos a seguir exigiendo un presente digno de ser vivido, eso es innegociable. Hablo de humildad, de sencillez, de brindar lo que uno tiene a un grupo de extraños que fuimos a disfrutar de un recital de rock. Y eso es amor. Y eso es La Renga. 

De 25 y 524 nos fuimos con la Vane a retirar las acreditaciones al otro extremo, 32 y 19, caminando por las calles en los alrededores del estadio que de a poco se iban colmando, viendo a la distancia la estructura de un estadio que nos llamaba cuál ojo en la torre oscura de “el señor de los anillos”. En el ingreso por 32 nos encontramos al Javi y el Emi, junto a toda la banda de muralistas, ofreciendo todo ese hermoso arte que podemos ver en un montonazo de imágenes de cada banquete. Ese arte infernal que nos seduce y nos hace bailar, y que se fue convirtiendo en un lindo momento de la previa. Con el humo de los asadores improvisados sobre el verde de la avenida, el abrazo con el Niko Viñas, ya más hermanos que amigos, la sonrisa de oreja a oreja, felices, putiando al gobierno nacional, haciendo chistes y celebrando el reencuentro en un banquete. Hacemos unas fotos y encaramos para 18 y 32, “fíjate que Franco y Vane están por ahí prendiendo un fuego”. Listo, la hermandad da peste me lleva hasta ese lugar. 

Una hermosa tarde platense para hacer fotos en la previa: de todos los rincones, de todas partes, trapos con mil caravanas, mochileros/as, artesanos, buscavidas ofreciendo comida y bebidas, calcos, remeras, buzos, sombreros, pulseras. Y el llamado para hacer una foto y la invitación para tomar un trago como forma de agradecer. Empezó a bajar el sol y casi a las 6 habilitaron el ingreso. Allá vamos, a ver al Tete como recibe a un público que, con solo saludarlo, ya es feliz. Porque es el Tete de la gente. La saludé a la Silvi que estaba volanteando para el recital de presentación del disco de Wayra, y le prometí ir a ver Q’ Acelga para poder conseguir una remera. Ya entrada la noche la secta de les fotógrafes nos fuimos convocando en la banquina del escenario, pasó el más renguero de los periodistas, el gran Marcelo Moguetta, el tema Ñubels ES el tema de nuestra charla en cada banquete, apareció el Martín Cornejo, que estuvo el 4 y yo sabía que no se iba a perder éste banquete, nos sentamos a charlar con Gladys y Pablo (otro leproso), hermosas personas con las cuales hablamos de música y de viejos recitales, Nuria (la gorriona es una fotógrafa fantástica) y Jesús, el Fer Vener y la Romy, que estuvo en la feria del libro presentando su revista Terminal Crazy Rock, revista que busca sostener la lectura en formato papel. Y otres fotógrafes que nos vamos conociendo e intentando que se sientan cómodos cuando es su primera cobertura renguera. Acá no hay competencia, acá hay compañerismo y un sentir que nos moviliza por igual, el de la pasión por La Renga y la fotografía. Diez de la noche se sintió el rugir de la gran bestia del rock y el triciclo ingresó por la pasarela hasta el centro del escenario. Con un campo explotado y plateas colmadas, el Único vibró por algo más de tres horas: Buena ruta hermano, Buena pipa, Tripa y corazón, A tu lado, A la carga mi rocanrol, El twist del pibe, Motoralmaisangre, Parece un caso perdido, Bien alto, Cuándo vendrán, En el baldío, Ese lugar de ninguna parte, En los brazos del sol, Vende patria clon, Hielasangre, Detonador de sueños, El rito de los corazones sangrando, Balada del diablo y la muerte, Paja brava, El rey de la triste felicidad, Corazón fugitivo, El juicio del ganso, La banquina de algún lado, Ruta 40, El viento que todo empuja, Oscuro diamante, El final es en donde partí. Descanso de 10 minutos y la invitación para el homenaje a Javier Martinez con la presencia de Alejandro Medina y Nacho Smilari: La maldita máquina de matar, Salgan al sol y Doña Laura. Momento épico para el rock, para las nuevas generaciones. Y luego el cierre: 

Desnudo para siempre (o despedazado por mil partes), La razón que te demora y Hablando de la libertad. Tres horas y cuarto de un majestuoso banquete, para salir arrastrando las patas y buscar algo para comer en el camino al bondi: alta torta asada rellena de la gente que nos abrió las puertas de su patio al mediodía. Llegar a 13 y 25, encontrar el coche y reencontrarnos con toda la banda haciendo mil comentarios sobre el recital, sentarme y despertar en Villa María para un desayuno. Mediodía en la Docta, corriendo a la terminal para subirme a otro bondi que me deje en Cruz del Eje, y continuar durante 3 horas saboreando un gran banquete, imaginando qué escribir en esta crónica que permita revivir tanta emoción, tanta felicidad, y encontrar que el final es en donde partí “que pedazo de recital que se mandaron estos guasos”. No puedo definirlo de otra forma. Nos vemos en la próxima, en el Mario Alberto Kempes de la ciudad de Córdoba. No se lo pierdan. 


Pd: gracias a La Renga, al Manu y los secuaces que manejan la prensa de la banda. Pd 2: un alegrón encontrarme con el Fer Vera mientras hacia fotos, siempre con una sonrisa como de niño, disfrutando el recital. 



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