04 Sep
04Sep

                                                  El TUTI

Hace poco se cumplieron once años del día en que Dreifo Omar Álvarez, el querido y añorado Tuti, se fue a militar a otros planos. Cuando ocurrió, otro amigo, compañerazo también él, y que poco después partiría a acompañarlo, escribió estas líneas que en parte hoy reproducimos. 

Era Héctor Valentini, el Flaco, llamado el Gringo también. Ojalá estén juntos compartiendo un truco y muchas ocurrencias. 

Ojalá los acompañe también Cris Cafure que fue quien tituló la nota y escribió las palabras preliminares que también publicamos ahora. “Nuestro adiós a DREIFO OMAR ÁLVAREZ, TUTI.

 Director, redactor, corrector, canillita y algo más de LA IDEA.

 Quienes compartimos con él, como colaboradores y amigos, la tarea de que La Idea llegara cada vez más a los hogares cruzdelejeños, queremos despedirlo desde estas páginas a las que dedicó los diez últimos años de su vida, con una entrega y una pasión digna de encomio. 

Partió el amigo y aquí estamos, como siempre, a su lado. Su levedad de ser ha dejado paso al peso de su memoria y ella ya está formando parte de nuestra propia existencia y se revelan a través de sus anécdotas, sus evocaciones, sus secretos compartidos, el recuerdo de su férrea vocación libertaria entre tantas otras cosas. 

Y es allí donde, seguramente, cabrá la pregunta: ¿a quién se le murió el Tuti? Lo obvio indicaría que a sus seres queridos, a su familia, a sus amigos, a sus colegas, en fin. 

Pero aunque eso es cierto, también hay otro cielo. 

El habitado por seres que formaron parte de su mitología. También el Tuti se les murió a las calles, a su inolvidable barrio natal, a las mesas y sillas de algunos bares, a sus libros, a sus cuadros, a sus fotos, a la tinta y al papel, se les murió el Tuti. 

Se les escapó a sus mágicos sobrenombres (herencia de esos modos adquiridos en su paso por los talleres ferroviarios).

Para él, sus allegados tenían otros nombres. 

Así es como aparecieron en escena el Comandante, laTiíta, la Serena, el Cantor de las madres y desposeídos, el Negro que habló con Dios, la Flor de la Belgrano, la Italiana, el Anarquista, el Socialista, la juguetona, la mujer de ojos profundos, Míster. 

Todos personajes que aparecían en sus libros de cuentos, en sus cuentos. 

A ellos también se les murió el Tuti o el Gordo para otros. Seguiremos admirando su tesón, su obcecada ilusión de mantener viva la antorcha que un día del lejano año 1923 encendiera don Nicolás Pedernera, tomando él la posta hace unos años atrás y manteniéndola encendida, no sólo con fuego, sino con auténtica pasión. 

Te fuiste, querido amigo, creemos que en paz porque nunca permitiste que la vida te pase a ti sin haberla vivido. Y como dijimos hace algunos minutos, tu levedad queda aquí, y tu peso y tu carga estará por siempre en nosotros.

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